top of page

Tras dos años de guerra comercial entre Estados Unidos y China enmarcada en amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje, y a pesar de la firma de un acuerdo en enero de este año que debía poner fin a los roces entre ambas naciones, las tensiones se han intensificado en los últimos meses. Durante la primera semana de agosto el Presidente Donald Trump firmó un decreto para prohibir las plataformas digitales Tik Tok y Wechat en Estados Unidos evocando una urgencia nacional y argumentando que las plataformas chinas son usadas para espiar a los usuarios estadounidenses permitiendo que el gobierno del gigante asiático acceda a información personal y privada de los ciudadanos. Con la firma de la orden ejecutiva se prohíbe cualquier transacción o negocio con ByteDance, el desarrollador chino de TikTok y con la empresa tecnológica Tencent para su aplicación WeChat a partir de 45 días. Por su parte, en días anteriores el Departamento de Estado de Estados Unidos negó la entrada al país de estudiantes chinos con vínculos militares y anunció que planea prohibir el ingreso a cualquier miembro del Partido Comunista de China, lo que dejaría sin acceso a unos 250 millones de personas. Además, cerró de manera definitiva el Consulado de China en la ciudad de Houston, Texas, luego de que dos ciudadanos de ese país fueran acusados de realizar ataques informáticos contra las empresas que trabajan en la búsqueda de la vacuna del COVID-19. Según lo manifestó el Presidente Trump, la decisión fue tomada con el objetivo de proteger la propiedad intelectual y la información privada del Washington. Por su parte, el gobierno de Xi Jinping aseguró que las acusaciones son una persecución política y calificó el desalojo en Huston de provocación anunciando así mismo, el cierre del consulado de Estados Unidos en la ciudad de Chengdu e indicando que esta medida constituía una respuesta necesaria a las acciones de ese país. Según lo manifestó el Ministro de Exteriores Chino, Wang Yi, las relaciones bilaterales entre ambas naciones afrontan su mayor crisis desde que establecieron lazos diplomáticos en 1979. La lista de desencuentros y represalias recíprocas ha aumentado en los últimos meses con restricciones mutuas de entradas a funcionarios en torno a Tíbet y Hong Kong, donde una nueva Ley de Seguridad Nacional impuesta por China anula, según Estados Unidos, la amplia autonomía del enclave; sanciones recíprocas por la situación de la minoría musulmana uigur en la región de Xinjiang, donde Washington denunció abusos de los derechos humanos y, previamente, cada uno también había expulsado a periodistas e impuesto límites a los visados de corresponsales del otro; diferencias frente a la situación del mar del sur de China, donde Pekín reclama la mayor parte de las aguas y Washington ha declarado ilegales las alegaciones de soberanía chinas. Durante los dos años de guerra comercial entre China y Estados Unidos, la Reserva Federal de Nueva York calcula que las empresas estadounidenses redujeron su capitalización en 1,7 billones de dólares, mientras que los productos chinos sufrieron una subida de aranceles por un valor de 360.000 millones de dólares.

 

Le podría interesar:

bottom of page